Es probable que la batalla de Kursk no dé lugar al uso de armas nucleares contra Ucrania, pero no se puede descartar una escalada rusa frente a la OTAN.
Por Nikolai N. Sokov | 26 de agosto de 2024
La batalla de Kursk probablemente no resulte en el uso de armas nucleares contra Ucrania. Pero no se puede descartar una escalada rusa frente a la OTAN. Por Nikolai N. Sokov | 26 de agosto de 2024
La exitosa ofensiva ucraniana en la región rusa de Kursk, iniciada a principios de agosto, ha vuelto a desencadenar especulaciones sobre el posible uso nuclear ruso contra Ucrania. La situación se asemeja a la exitosa ofensiva ucraniana de finales del verano y otoño de 2022 en la región de Járkov, cuando muchos temían que Rusia recurriese al uso nuclear en el campo de batalla para detener el avance de las fuerzas ucranianas. A primera vista, había motivos para preocuparse: el presidente ruso, Vladimir Putin, hizo referencia a las armas nucleares en septiembre de 2022, y más de un año después se supo que Estados Unidos se estaba preparando “rigurosamente” para esa contingencia. Sin embargo, un análisis más detallado revela que la referencia de Putin a las armas nucleares en 2022 sonó como un comentario emocional improvisado hecho bajo estrés, mientras que la evaluación estadounidense se basó, al parecer, en una interceptación de conversaciones entre generales rusos en lugar de en señales tangibles de preparación o datos sobre discusiones entre los responsables políticos. Ahora sabemos que Moscú abordó esa situación de una manera diferente: la movilización parcial ayudó a reforzar las fuerzas, lo que detuvo la ofensiva ucraniana en Járkov. Aunque la operación Kursk tomó a Rusia por sorpresa una vez más, su liderazgo militar y civil está mejor preparado hoy para lidiar con la sorpresa que en 2022. El puente estaba sumergido... pic.twitter.com/bLJtaxgCuo — Fuerza Aérea Ucraniana (@KpsZSU) 16 de agosto de 2024 Ataque a un puente ruso durante el asalto de Ucrania a la provincia de Kursk. Fuente: Fuerza Aérea Ucraniana Hay motivos para ser escéptico ante la perspectiva del uso de armas nucleares en el campo de batalla. Se consideraba una opción aceptable durante la Guerra Fría, especialmente en sus primeros años. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética realizaron ejercicios a gran escala con explosiones nucleares en vivo en la década de 1950, y ambas potencias nucleares contemplaron el uso a gran escala de armas nucleares tácticas en Europa. Hoy, sin embargo, es diferente. El "tabú nuclear", que comenzó a tomar forma en la década de 1950, se ha vuelto muy fuerte.
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No es que el uso de armas nucleares sea técnicamente imposible, pero las implicancias políticas y éticas hacen que esa decisión sea desalentadora y poco probable. El uso de armas nucleares en el campo de batalla en Ucrania, por la razón que sea, convertiría a Rusia en un verdadero Estado paria en el sistema internacional, volviendo a países (tanto socios como neutrales, todos ellos críticos para romper el estricto régimen de sanciones establecido por las economías del G7 y sus socios) contra Moscú. En otras palabras, cualquier uso de armas nucleares contra Ucrania sería contraproducente para Rusia. Señales nucleares. Las señales nucleares rusas han sido persistentes, con altibajos a lo largo de la guerra, con puntos álgidos en el otoño de 2022 y la primavera de 2024, cuando la retórica oficial rusa fue más fuerte (la retórica no oficial y semioficial nunca se ha detenido realmente). Sin embargo, estas señales han estado dirigidas exclusiva y explícitamente a Occidente: Estados Unidos y sus aliados. Incluso la primera declaración de Putin anunciando la “operación militar especial” contenía un mensaje a Occidente: “No interfieran”. No es de extrañar: en Rusia se concibe la guerra como una guerra por delegación con la OTAN. El portavoz de Putin, Dmitry Peskov, ha dicho en repetidas ocasiones (las últimas en marzo y junio de este año) que la intervención de Occidente convirtió la denominada “operación militar especial” (“SVO” en Rusia) de Rusia en una guerra a gran escala. En consecuencia, se han dirigido señales nucleares a Occidente. La operación ucraniana en Kursk puede entrañar ciertos riesgos, pero estos riesgos son diferentes de lo que se supone común y apresuradamente como el uso de armas nucleares contra Ucrania. La principal preocupación de Rusia es la posible intervención occidental en la guerra del lado de Ucrania, lo que puede cambiar el curso de la guerra en la línea del frente. La causa más visible de esa preocupación es el suministro de armas occidentales modernas a Ucrania, incluidos misiles de largo alcance capaces de apuntar a lo profundo del territorio ruso. En cierto nivel, la asistencia occidental puede crear desafíos graves, tal vez incluso insuperables para el ejército ruso. Cada nuevo paso, incluido el suministro de tanques, sistemas de defensa antimisiles, sistemas de misiles balísticos tácticos y, más recientemente, aviones de combate F-16, desencadena advertencias sobre una posible escalada. Hasta ahora, Rusia ha hecho frente a cada nuevo nivel de capacidad militar de Ucrania, pero esto puede cambiar en el futuro si la asistencia occidental continúa o incluso se intensifica. Tal vez más importante para Rusia, aunque menos visible, es el suministro de inteligencia, que ha ayudado a Ucrania a seleccionar objetivos y limita significativamente la capacidad de Rusia para concentrar y mover clandestinamente fuerzas y suministros. En junio, Rusia acusó a Estados Unidos de proporcionar objetivos para el ataque de Ucrania al radar de alerta temprana de Armavir, una acusación que los funcionarios estadounidenses negaron enérgica y creíblemente. Muchos en Rusia creen que los especialistas occidentales implementan la selección de objetivos para los misiles guiados de precisión proporcionados a Ucrania, y la conversación filtrada de oficiales alemanes de alto nivel se considera una prueba concluyente. RELACIONADO: Introducción: Pruebas nucleares en el siglo XXI: legados, tensiones y riesgos Los rusos a menudo repiten que un estado nuclear no puede ser derrotado. Esto es cierto sólo hasta cierto punto, pero en el Kremlin y más allá hay conciencia de que la derrota en la guerra en curso no puede ser táctica. No sólo acabará con el régimen político –que el Kremlin equipara con la soberanía–, sino que las consecuencias afectarán a todo el país durante décadas. Si Rusia se considera de facto en guerra con Estados Unidos y la OTAN y cree que Occidente busca su “derrota estratégica”, entonces las armas nucleares entran legítimamente en escena en virtud del Decreto sobre Disuasión Nuclear de 2020 y la Doctrina Militar de 2014 vigentes. Esta es precisamente la situación que Estados Unidos ha tratado de evitar: al comienzo mismo de la guerra, el presidente Joe Biden adoptó una posición firme de que Estados Unidos no estaba en guerra con Rusia, refiriéndose directamente al riesgo de escalada. En el otoño de 2022, cuando Washington más se preocupaba por un uso nuclear ruso contra Ucrania, Biden estimó que el riesgo de guerra nuclear estaba en su nivel más alto desde la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962. Después de que la situación se calmó un poco, revisó esa evaluación y declaró en el verano de 2023 que no había perspectivas de que Rusia usara armas nucleares. Las señales nucleares rusas a Occidente se pueden dividir en dos categorías. La primera son las declaraciones públicas, especialmente las que provienen de la fuente más autorizada, Vladimir Putin, que han sido relativamente raras, a saber, el anuncio de la "SVO" y la advertencia de septiembre de 2022 a la que se hace referencia anteriormente. El siguiente pico se produjo en la primavera de 2024 con el comentario del presidente francés Emmanuel Macron (posteriormente modificado) sobre el posible envío de tropas francesas a Ucrania y la sugerencia del ministro de Asuntos Exteriores británico, David Cameron, de que se podrían utilizar misiles proporcionados por el Reino Unido contra el territorio ruso anterior a 2014. Estas declaraciones desencadenaron múltiples amenazas públicas de escalada en respuesta, rematadas con la intervención de Putin.